martes, 16 de octubre de 2012

BIOGRAFÍA DEL DR. EDWARD BACH


Nacido en Montseley, cerca de Birmingham el 24 de Septiembre de 1886, destacó   desde la niñez por su amor a la naturaleza, por su carácter alegre, revelándose poco a poco como  un ser compasivo, que no podía permanecer inmóvil ante el dolor de los demás. Ayudó a su familia durante tres años en la fábrica de latón que poseían, para cooperar    así a la economía familiar antes de iniciar lo que era su mayor anhelo:   los estudios de medicina que le permitirían aliviar el dolor de tantas personas. Desde el colegio, soñaba con ayudar a muchos enfermos, descubriendo un remedio que calmara el dolor; su sueño más repetido era el de un polvillo dorado que salía de sus manos y curaba a la gente. Este sueño se convirtió en el propósito de su vida, y con sus manos habría de preparar los remedios florales que unifican, en un proceso alquímico, el agua y la luz solar, aliviando a cientos de seres de sus sufrimientos. Su sentido agudo de la observación le permitió ver, desde su trabajo en la fábrica, cómo los obreros reaccionaban de diferentes formas a las mismas enfermedades, variando el tiempo y el modo de recuperación de acuerdo con sus rasgos de carácter .Vio como la medicina tradicional no les daba una respuesta, y comenzó los estudios de medicina en la Universidad de Birmingham cuando tenía veinte años; su finalidad era investigar desde el conocimiento científico. En 1912 obtuvo su diploma y pasó a Cambridge, donde se graduó en 1912 en Salud Pública. En 1912 fue nombrado médico oficial del Hospital Universitario y a finales de este año, cirujano del Hospital Temperance. Puso su consultorio en Harley Street, calle donde tenían sus consultorios los mejores médicos del momento.
Bach estaba decepcionado de los tratamientos convencionales que no mejoraban del todo a los pacientes. Ingresó como bacteriólogo en el Hospital Universitario, buscando en esta disciplina una respuesta a sus inquietudes. Descubrió la radical importancia de las bacterias intestinales presentes en los enfermos crónicos, observando que su número era mucho mayor que en los sanos. Descubrió una vacuna que se inyectaba en el caudal sanguíneo de los pacientes con resultados espectaculares; sin embargo, las reacciones dolorosas que experimentaban, así como la inflamación que se producía, le llevó primero a variar la frecuencia de las dosis y luego, a seguir investigando. Estas vacunas revolucionaron los tratamientos de la época y de la Escuela Homeopática. La salud de Edward Bach estaba débil y en 1914 ya no lo reclutaron para la guerra, pero quedó a cargo de cuatrocientas camas en el Hospital Universitario.
Entre 1915 y 1916 fue nombrado director de bacteriología en el Hospital Médico. Todo este tiempo estuvo sintiendo la llamada de la naturaleza, la necesidad del contacto con sus bosques y los ríos que tanto amaba, de la mágica tierra de Gales.
En julio de 1917 tuvo que ser operado con urgencia, pues padeció una grave hemorragia que hizo temer por su vida.
E. Bach estuvo inconsciente durante varios días y según citan textualmente sus biógrafos le diagnosticaron una grave enfermedad de difícil definición que se «removía» dentro de él. Sufrió indecibles dolores en una agonía que duró varios meses; pensando siempre que necesitaba más tiempo para vivir y ayudar a los que sufrían. Apenas pudo acudir al laboratorio del hospital siguió investigando, pues sus colegas le anunciaron que sólo le restaban tres meses de vida.
Decidió avanzar sus trabajos, ya que su tiempo parecía ser breve, pero la determinación, la entrega a los otros, la voluntad de seguir en la misión que era el propósito de su vida obraron el milagro de la recuperación. E. Bach estaba convencido de que no hay obstáculos cuando una persona manifiesta amor, interés y un propósito definitivo en la vida.
En 1918, durante una epidemia de «influenza», inyectó a los soldados del ejército de Gran Bretaña una vacuna que él había inventado, salvando miles de vidas a estos soldados y a otros extranjeros.
Entre 1919 y 1922 prosigue sus estudios basándose en el tratado de homeopatía de Hahnemann, analizando las coincidencias entre este método y sus ideas de tratar al paciente y no a la enfermedad, viendo que son los síntomas mentales lo importante. Pasó a usar sus vacunas por vía oral.
Su celebridad como médico y su fama de calidad humana iban en aumento. Observaba a las personas que le rodeaban en comidas a las que era invitado, estableciendo tipos o familias por comportamientos exteriores, tales como la manera de hablar o moverse, pensando que entre ellos formaban grupos o categorías que responderían de igual forma ante los tratamientos para diversas enfermedades.
En septiembre de 1928 se decidió finalmente a viajar al país de Gales, buscando en la naturaleza que tanto amaba los remedios procedentes de los árboles y las plantas, pues intuía que encontraría similares condiciones de vibración que lo encontrado en sus vacunas. Buscó los remedios para los estados emocionales que le aquejaban, y encontró la impatiens y el mímulo, cerca de la ladera de una montaña. Más tarde halló la clematis, y los tres fueron acordes con su miedo, su prisa o sus sueños.
En febrero de 1930 publica su trabajo El mundo homeopático y algunos nuevos remedios y su utilización. Sabía que en plantas y árboles estaba la sustitución de los preparados de bacterias por unos nuevos remedios.
En este mismo año había tomado la decisión de dejar Londres y adentrarse en los bosques que siempre había añorado; para este hombre la naturaleza significaba mucho más de lo que podemos imaginar. Se despidió de sus amigos y fue descubriendo su gran sensibilidad para las plantas.
A los 43 años siguió por fin los dictados de su sabiduría interior y partió rejuvenecido y lleno de alegría, olvidando la maleta en la que llevaba sus útiles de laboratorio y cargando sólo con la ropa y zapatos que serían en realidad sus instrumentos para la tarea de investigación.
Así fue encontrando, según sus estados anímicos, las flores que curaban la desconfianza, el exceso de preocupación, el pánico, la duda, los celos, la inseguridad... Se dice de él que su sensibilidad enorme le permitía sentir las propiedades de los remedios al acercárselos a los labios; Bach consideraba la curación como un don divino y se entregó por entero, ayudado por contribuciones y regalos de amigos. Siempre encontraba lo suficiente y así descubrió los treinta y ocho remedios que obedecían  a las pautas deseadas:
                                    no serían agresivos;
                                    el efecto sería amable y seguro;
                                    producirían la curación del cuerpo y de la mente;
                                    no causarían dolor.
Con estas mismas connotaciones se seguiría también el proceso de elaboración. Con su mentalidad y formación científica estudió las especies vegetales del entorno, viendo su momento de floración, número de pétalos, terreno en el que crecían, colores, semillas, raíces, si crecían junto a las montañas, a los ríos. ..Bach gustaba de leer las signaturas que Paracelso había desarrollado en el siglo XVI, elaborando así la ley de similitudes que vendría a acercar el plano de la forma a los planos del pensamiento, reunificando personalidad y alma. Las signaturas son los indicios puestos por la mente creadora en las formas de los vegetales, cuyos paralelismos han llevado a la aplicación terapeútica; de este modo la impatiens, cuyas semillas saltan al menor toque, curarían la prisa, la impaciencia. Bach comprobó que las flores eran las partes de la planta con mayor energía vibracional, allí en la corola estarían contenidos los principios de mayor potencial curativo. El SOL actuaba como revitalizador y fuente de energía, así, paso a paso, llegó a completar el método de recolección del rocío sobre los pétalos de las flores, viendo la diferencia entre las que estaban al sol y las que crecían en la sombra. Bach llegó al proceso de elaboración que se mantiene hasta nuestros días. Este método consistía en el almacenamiento de la energía de las corolas sobre un recipiente con agua cristalina, exponiéndolo al sol durante unas horas y conservando luego en pequeñas botellas este agua con brandy biológico. El motivo para utilizar el brandy era, en primer lugar, para preservar la pureza del preparado, habiendo elegido Bach este producto por ser la vid uno de los treinta y ocho remedios, manifestando así una afinidad vibracional con el conjunto.
Edward Bach muere en 27 de noviembre de 1936 con la certeza de haber cumplido su misión en la vida encontrando estos treinta y ocho remedios vibracionales .

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